Las estrechas calles se dibujaban por el poblado uniendo las distintas viviendas. Eran viviendas humildes todas ellas, pero sólidas, robustas, construídas para vencer al tiempo. Y lo vencieron, hasta tal punto que perduran hoy en día, no así sus antiguos moradores. Construídas en los tiempos de los druídas llegaron a nuestros días y con ellas llegó también el espíritu de aquellas gentes fuertes, valientes y nobles. Hábiles guerreros, artesanos, constructores, agricultores, cazadores, herreros, carpinteros... fueron nuestros antepasados, proveedores de nuestro legado celta que nos cedieron en la Historia para conservar su memoria y aprender de aquellos hombres y mujeres.
Cuando visitamos su poblado en la margen occidental de nuestra tierra asturiana, caminamos por sus calles y tocamos las piedras que aquellos hombres colocaron con tanto esfuerzo para construir las viviendas que diesen cobijo a sus familias en los fríos inviernos y los días de lluvia. Caminamos y observamos con un enorme respeto como quien sabe que está ante una valiosa herencia y entonces sentí por primera vez que contemplaba la belleza de un ángel en un precioso lugar lleno de magia y de misterio.
Tus ojos negros se llenaban de luz y tus manos se posaban con dulzura sobre aquellas piedras que en otro tiempo, tal vez, habían sido tocadas por las manos de otras mujeres, mujeres celtas, valientes y bonitas también. Durante unos segundos observé tus delicados movimientos ajena a todo lo que te rodeaba pregúntandome qué cosas circulaban por tu mente en ese instante y te ví, o mejor, nos ví sumergidos en el poblado de dos mil años atrás. Las viviendas habían recuperado sus techumbres de paja y ramas secas. Por las calles correteaban los niños que llevaban una especie de sandalias de piel curtida. Y de piel eran también nuestros ropajes. Llevabas una especie de bolso en bandolera y guardabas hojas de hierbabuena y menta. Unas mujeres nos miraban y sonreían. Parecíese que el tiempo se hubiese detenido para nosotros. Nuestras miradas se cruzaron y pude ver desde el balcón de tus ojos el alma de una mujer maravillosa, buena y sincera. Las risas de los niños jugueteando, un herrero golpeando una pica de lanza, las risas de unos hombres y las voces de unas mujeres, el olor de un estofado de jabalí desde algún lugar próximo... todos nuestros sentidos estaban recibiendo las señales de un tiempo lejano pero cercano a la vez. Y entre todas ellas, tu mirada y tu sonrisa, la mirada y la sonrisa de un ángel que ayer como entonces y hoy como ayer me enseñó la verdadera y profunda belleza que alberga tu corazón, el corazón de un ángel al que siempre seré fiel, igual que las piedras del poblado celta que permanecen fieles a sus constructores.
Semper fidelis milady.
4 comentarios:
Y esta es la historia màs bonita que jamàs se ha contado...
Un beso de Mont.
Hola Mont :-), me alegra que te gusten mis personajes y sus andanzas y me gusta verte por aquí. Ya sabes que eres bienvenida :-)
Besos,
Harry
...
Empezando por el olor del estofado de jabalí, lo he percibido todo... todo. Jaja, es broma, pero es cierto. De verdad has conseguido llevarme a ese tiempo pasado que aunque imaginamos romántico, debió de ser también especialmente duro.
Un beso.
Hola Wara :-)
Me alegra verte aquí y también le agrada a mis personajes que compartas con ellos unos minutos de ensoñación. Tienen historias particularmente interesantes que me gustaría transcribir del modo elegante que se merecen, aunque todavía no estoy a la altura de sus circunstancias.
Probablemente sientas el olor del estofado porque está relativamente cerca de tu casa, en Coaña, jiji :-)
Cuídate guapetona,
Besos
Harry
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