– De modo que, bajo tu punto de vista, se podría explicar con la clásica visión de seres de otros mundos visitándonos, ¿no es así? – terció Thomas mientras hacía girar lentamente el brandy por el fondo de su gran copa que sujetaba entre los dedos anular y corazón de su mano derecha para que descansase en la palma de su mano y así transmitir el calor de su mano a la bebida.

– Bueno, no exactamente – dijo Douglas que se disponía a encender el tabaco previamente colocado en la cazoleta de su pipa tallada en madera de cerezo – Lo que quiero decir es que no veo porqué no se puede viajar en el tiempo de la misma forma que lo hacemos en el espacio –. Dicho lo cual encendió su pipa y aspiró una generosa bocanada de humo llenando la estancia de un agradable aroma a tabaco importado de Ceilán, además del propio humo. Cuando expiró el humo de sus pulmones miró hacia Thomas y Charles esperando recibir las acostumbradas réplicas a teorías demasiado atrevidas.

– Sin embargo ya sabes cuál es la postura de todo el mundo científico – comentó Charles que en ese momento observaba una vez más las piezas del tablero de ajedrez en una de las usuales largas partidas que mantenía por correo, al estilo clásico, con su compañero de armas en el pasado, el teniente Jefferson. Charles, levantó la mirada hacia Thomas y continuó – Sabes que los viajes en el tiempo son imposibles desde todos los ángulos de la Física y que no existe ninguna hipótesis que pueda explicar de manera creíble tales viajes.

– Claro que tampoco existen hipótesis que puedan derrumbar con certeza la posibilidad de hacerlos – añadió Douglas que hasta ese momento miraba distraídamente por el alto ventanal que daba al jardín donde Violet estaba arreglando con mucho mimo y esmero las primeras hortensias que florecían esa primavera – Mi querido amigo, coincido con Malcom en que el hecho de que no tengamos respuestas a todos los misterios que oculta el universo, no debe ponernos vendas en los ojos a todas las teorías que parezcan a priori imposibles de comprender o de explicar con nuestros conocimientos actuales.

– Sin embargo tú también comprenderás, al igual que Malcom, que nuestra obligación como hombres de ciencia pasa por no dar cobertura a teorías que no se pueden demostrar de manera práctica, física y matemáticamente, acorde con los conocimientos que la Humanidad ha adquirido a lo largo de los tiempos – trató de sentenciar Andrew que consideraba bastante aberrante cualquier aspecto que tuviera que ver con los desplazamientos espacio-temporales y, en general, con cualquier teoría que no pudiese ponerse en práctica.

– De todos modos – continuó Douglas – comprendo tus comentarios, Andrew, y sé que no podemos establecer en libros de texto líneas teóricas que no podemos explicar de acuerdo con las habilidades cognitivas que ha alcanzado la Humanidad hasta la actualidad. No obstante – prosiguió mientras se dirigía a sentarse en una confortable butaca que estaba frente a la de su adversario dialéctico – pienso que el hecho de que seamos hombres de ciencia no nos exime de tener una mente abierta e imaginativa, lo mismo que de tener una fe en lo que algunos llamamos Dios y otros llaman destino o suerte. Pienso que una mente abierta lo ha de estar para todo y creo además que sólo es posible lograr grandes avances cuando no se bloquean ideas o pensamientos que puedan no estar de acuerdo con las formalidades humanas de un momento concreto en su etapa evolutiva.

– De modo – volvió a interrumpir Thomas después de tomar otro trago de brandy – que según vuestras hipótesis, viajeros del espacio nos visitan desde hace tiempo con alguna desconocida misión, ¿es así? – La pregunta de Thomas parecía hecha con intención de zaherir, pero tanto Malcom como Douglas conocían el curso que solían tomar las conversaciones en los círculos científicos cuando se tocaban estos temas.

– Yo más bien me inclino por pensar que somos nosotros mismos – expuso Malcom que estaba ojeando un libro sobre la Teoría de Cuerdas que una hora antes había cogido de la enorme biblioteca que poseía el club en la primera planta. Malcom solía llevar un generoso y bien cuidado bigote que de cuando en cuando gustaba de atusar con sus dedos. El capitán Charles se giró para escuchar mejor el comentario del propietario del mostacho – Lo que quiero decir es que no veo porqué razón debemos privar a la especie humana (en términos teóricos) de un futuro tan altamente tecnificado, gracias a los avances del conocimiento, como para que no sea capaz de lograr verdaderas proezas.

Ahora todos se giraron para mirarle. – Echemos un vistazo al pasado – continuó Malcom – Vemos verdaderas gestas de construcción avanzada en los templos y pirámides antiguas, en los restos de antiguos poblados celtas, etc. Gestas técnicas que seguimos tratando de explicar en toda la comunidad científica de multitud de formas sin llegar a precisar ni una sola con auténtica seguridad. Pasan los siglos, los milenios y apenas se avanza técnicamente en comparación con la velocidad de los avances previos. Nos encontramos en el siglo XX y, en apenas cincuenta años, en la segunda mitad del siglo, aparece tal cantidad de tecnología con unas capacidades tan brutales que dejaría boquiabierto a cualquier observador de apenas cien años atrás: el hombre domina la velocidad, el aire, el mar, el espacio, la medicina, descubre el genoma de las especies, es capaz de viajar a través de un cuerpo humano vivo con cámaras miniatura, de sustituir órganos vitales, de situarse geo-espacialmente, de alcanzar profundidades submarinas a presiones increíbles, de curar el cáncer, etc. Cualquiera hace cien años diría que todo eso son barbaridades elaboradas por mentes calenturientas, pero están ahí, la Humanidad las ha logrado.

Malcom se sirvió con parsimonia una copa de whiskey escocés en un pesado vaso, de cristal tallado y gruesa base mientras presentía, sin mirar, que todos le observaban con un punto de curiosidad atentos al discurso del físico teórico del grupo – Hoy en día y con la tecnología actual tan sólo somos capaces de ver el uno por ciento de la materia que constituye el universo y desconocemos qué es el otro noventa y nueve restante. Lo llamamos materia oscura y antimateria. Somos geniales. La Tierra pertenece a un sistema solar formado por nueve planetas. Este sistema solar pertenece a la galaxia Vía Láctea que tiene a su vez otros cientos de miles de sistemas solares. Hay miles de millones de galaxias alrededor de la nuestra y mayores que ella. Las energías que se desarrollan sólo en nuestro Sol son inconcebibles para la mente humana más preparada. Y nuestro Sol es sólo una pequeña estrella. Cualquier magnitud del universo es inconcebible para la mente humana y no podemos ni imaginar qué forma tiene el universo.

Si pudiésemos comparar, probablemente la Tierra no llegaría a ser ni un grano de arena si lográsemos juntar en un lugar toda la arena que existe en todos los desiertos de nuestro planeta. No conocemos, ni siquiera podemos concebir en nuestra imaginación más desatada todas las fuerzas físicas que existen en el universo y, mucho menos, sus leyes ni sus magnitudes. Ahora, estamos abriendo nuestra mente a teorías que tratan de unificar la relatividad y el universo cuántico, la teoría de lo más grande y la teoría de lo más pequeño, y nos surgen en el camino singularidades que sólo podemos explicar si atendemos a más de las cuatro dimensiones conocidas del espacio-tiempo. Barajamos ya teorías con once dimensiones y entre ellas encontramos la posibilidad de interrelacionar mundos paralelos, que se explicarían al plegarse los planos espacio-temporales en distintas dimensiones. Y esto nos conduce a la posibilidad de que el Big Bang no fuese un hecho único y aislado, sino que hubiese otros Big Bangs y, por tanto, otros universos. Estaríamos inmersos en un complejo sistema multidimensional y multiuniversal. Todo ello nos abre la mente entonces a la posibilidad de crear pasarelas a través del tiempo. Por supuesto, está la ciencia ahora tratando de encontrar ese equilibrio en las teorías de los mundos grandes y pequeños, así que no podemos exigir la explicación de esas pasarelas. Sería como pedir curar las cataratas oculares con un rayo de luz láser hace cien años. Sin embargo, hoy se curan. No olvidemos que cien años son nada en términos absolutos de historia humana.

El capitán Charles preguntó entonces – y ¿no crees que siendo así, que pudiendo viajar nuestra propia especie en el tiempo y el espacio, estos caballeros del futuro pudiesen dejarnos los medios suficientes para vencer las hambrunas, acabar con las guerras, etc. o, si no, dejarnos al menos los conocimientos?

Douglas contestó – y ¿Por qué no crees que lo estén haciendo ya? ¿no crees que aún queden hombres con la suficiente ambición o locura como para destruir la Humanidad entera si tuviesen esos medios del futuro?. Piensa en los millones de seres que han matado Hitler, Stalin, Pol Pot, Karadzic, etc. por nombrar tan solo algunos demonios del último siglo. Como soldado que eres, Charles, aparte de ingeniero militar, tú sabes que las ciento cincuenta guerras que están teniendo lugar en el mundo hoy en día son exclusivamente para controlar las reservas de gas y petróleo, es decir, para tener el control de la energía. Sólo quedan reservas para treinta años y sabes que las energías renovables sólo generarían un diez por ciento de la que necesita la Humanidad en el supuesto de que lográsemos poblar el ochenta por ciento del planeta de aero-generadores y placas solares. La única energía que puede competir con el petróleo en términos rentables y eficaces es la nuclear y los dueños del petróleo harán lo imposible (como potenciar las renovables, que, en definitiva, también son de ellos) para entorpecer su desarrollo hasta que no obtengan los máximos beneficios que calculan en esos treinta años, sin importarles el número de seres que se queden en el camino.

Sólo hay un poder en el mundo actual. Es un poder netamente financiero, ajeno a estados, partidos, ideologías, religiones, tendencias, etc., que sabe que una parte de la Humanidad actual será destruida por la falta de alimento que llegará asociada a la falta de petróleo y a la superpoblación. Un poder que gestiona todas las riquezas naturales del planeta, así como las guerras y, de formas sibilinas, rige nuestras vidas, compras, cultura, información, necesidades, libertades, alimentación, salud… todo. Incluso nuestros gobernantes son hábilmente seleccionados por ese poder constituido por hombres ambiciosos, astutos y sin escrúpulos de los cinco continentes. El terremoto financiero de 2009 lo provocaron ellos para hacer ver el alcance de sus decisiones. Su próxima estación: una moneda única mundial. En 2005, Canadá, Estados Unidos y México, firmaron las bases para constituir una única moneda para toda América del Norte, al estilo de la moneda única de la Unión Europea. La segunda mitad de este siglo XXI será la prueba de fuego para la Humanidad tal como la conocemos hoy en día.

Pero entonces – volvió a intervenir Thomas – ¿no creéis que nuestros exploradores del futuro querrían ayudar a esa población inocente, a todos nosotros?¿no creéis que nos dejarían su tecnología para intentar salvar a los de su especie?.

Malcom tomó un trago de su whiskey y con aire cansino, resignado, como si hubiese estado hablando sobre el mismo tema, toda una vida a un grupo de estudiantes que no le escuchan, dijo – Volviendo al tema anterior, ¿no os parece, visto en retrospectiva, que los últimos cincuenta años del siglo pasado son espectaculares, casi increíbles tecnológicamente hablando?¿no creéis que si en tiempos de las pirámides de Egipto hubiesen continuado con sus avances científicos al ritmo que los estaban adquiriendo, no se hubiese producido un frenazo por espacio de casi tres mil años, para conseguir los espectaculares avances de la última parte del siglo?¿no os parece llamativo ese frenazo y que después de la bomba atómica que puso fin a la segunda guerra mundial en 1945, otra vez volviesen a surgir aceleradamente una serie de avances inimaginables en todos los campos de la ciencia?

Se hizo un silencio. Las mentes de todos se incendiaban con muchas de las ideas que se habían expuesto en los últimos minutos y en algunos comenzaban a despertarse nuevas líneas de pensamiento. Sin duda, el tema daba para nuevas reuniones e intercambios de procesos mentales. Incluso Andrew, el más escéptico de todos, comenzó a intuir desde otros puntos de vista ciertas cuestiones en el campo de las matemáticas aplicadas a la Economía, una de sus pasiones. Fuesen o no teorías más o menos arriesgadas, lo cierto era que sentían que sus mentes se abrían a nuevos conceptos… quizás alguno con mucha certeza en la praxis que algún día realizarían nuestros descendientes.

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